martes, 25 de marzo de 2008

100% natural

Pere Montserrat es, ante todo, un buen tipo. Buena gente. Buen chaval. Él es así, tal cual lo ves, sencillo, de barrio. Hay gente que la conoces por su sonrisa. Pere es de estos: su sonrisa es transparente, pura, sincera. Uno se imagina a ese Pere niño pasando tardes y tardes en el bar de sus padres, La Queixalada de Marcelino, con esa mirada atenta, precisa, bandeja en mano, captando todos y cada uno de los movimientos de su padre, para poder algún día seguir sus pasos. Él es la tercera generación de la familia que se entrega en cuerpo y alma por convertir ese rincón de la calle Freser en un oasis donde muchos puedan hacer su paréntesis vital respirando un buen rollo cada vez menos habitual, por desgracia, en los locales de Barcelona. Pero no está solo. Le acompañan su madre, su hermana y el resto de un equipo de camareros y cocineros que se empapan a diario del bagaje y experiencia de esta saga de la restauración. Sin olvidar el apoyo de su mujer y su hijo, puntales imprescindibles para aguantar en tan exigente negocio.
La Queixalada ha sido, es y será testimonio de excepción de muchas anécdotas, personajes y vidas. Pere creció allí y por aquello de que "el roce hace el cariño", poco a poco fue cayendo seducido por una belleza exótica de piel morena, tostada, irresistible para muchos: el café. Tal es el vínculo que se estableció con tan apreciado fruto, que a día de hoy no se entienden el uno sin el otro. Se quieren, se aman, viven un idilio eterno del que no quieren salir. Hay cariño, hay respeto y como en las buenas relaciones de pareja, el café saca lo mejor de Pere y éste se esmera en sacar a relucir lo mejor del café, y lo consigue. Vaya si lo consigue...Basta con disfrutar de un café en La Queixalada, para darse cuenta de que lo que existe entre ellos, es mucho más que una historia de amor adolescente. Se trata de pasión, pero pasión en estado puro, 100% natural y
sin azúcar.