miércoles, 17 de septiembre de 2008

La riqueza de La Ruïna

Como si de un circuito de agua cerrada se tratase, las grandes productoras de televisión, cine y teatro parecen empeñadas una y otra vez en abastecerse de los mismos nombres, los mismos rostros para sus producciones. Algo que denota una falta de imaginación y un miedo a tomar riesgos muy propios de la sociedad actual. Veteranos erigidos en tótems intocables, jovencillos encumbrados por la serie de televisión de turno y mediocres que apestan a enchufe, ejercen de tapón impidiendo que un grupo de excelentes actores progresen, o, simplemente, puedan ganarse el pan trabajando de lo que les gusta y que les ha llevado años de preparación. En La Ruïna, el espectáculo que se puede ver desde hace un par de semanas en la sala La Villarroel, de Barcelona, los actores no son mediáticos. Sus nombres seguramente no les sonarán de nada. Pero durante la hora y cuarto que dura la obra demuestran unas cualidades interpretativas y una unidad sobre el escenario que ya quisieran muchos de "los otros"...
No entraré a valorar la calidad del texto y de la dirección, para ello os remito a las críticas (todas buenas, por cierto) publicadas estos días en diarios como el Avui, El País o La Vanguardia. Prefiero centrarme en destacar el excelente trabajo de Roser Blanch, Clara Cols, Borja Espinosa, Mireia Fernández, Pablo Lammers, Sergio Matamala y Alícia Puertas. Son los actores de La Ruïna, quienes con sus interpretaciones me hicieron pasar un rato fantástico y me recordaron que si la profesión de actor sigue viva, es gracias a profesionales como ellos.




sábado, 6 de septiembre de 2008

Islandia

Ha pasado ya un mes y uno apenas empieza a recuperarse del schock que supone un viaje como el de Islandia. Los impactos visuales que ofrece el paisaje de la Tierra de Hielo deja fotografías mentales que quedan archivadas para siempre en la memoria. Siempre he pensado que ninguna fotografía que se pueda hacer a ningún rincón del mundo jamás hará verdadera justicia a lo que retrata. En el caso de Islandia, tal injusticia se convierte en mayúscula, hasta el punto que las fotos carecen de valor alguno.
Islandia es fruto de una lucha venida a menos entre las cuatro fuerzas de la naturaleza: el agua, el fuego, el aire y la tierra. Actualmente, estos pilares de la vida conviven pacíficamente no sin algún sobresalto que nos recuerda la vida latente de la Tierra. Lluvias de fuego, erupciones de agua...todo es posible en este escenario supranatural. La isla colecciona paisajes y los dispone a su manera en su geografía, consiguiendo un mosaico de colores sencillamente impresionante: del verde subido que enmoqueta prados y montañas, pasamos al blanco grisáceo del mayor glaciar de Europa, el marrón del agua de sus cascadas más violentas, los grises de sus zonas volcánicas o el negro de sus playas. Y todo ello en un país que tiene una superficie equivalente a una cuarta parte de la Península Ibérica.
Uno ha vuelto de este viaje con un espíritu de descubridor que siente la necesidad de explicar a sus gentes todo lo que ha llegado a ver, intentando hacerles entender la magnitud de su belleza y espectacularidad. A Marco Polo nunca le creyeron del todo. Ahora sé cómo debería sentirse...

lunes, 16 de junio de 2008

Mi Lisboa

Que Lisboa es una gran capital europea lo demuestra el hecho de que tiene los tres elementos indispensables para poder hacer gala de tan noble distinción: grandes monumentos, tiendas de souvenirs y taxistas cabrones. Sobre esta visión sesgada (aunque no menos cierta) de la ciudad, se construye todo lo demás que, afortunadamente, es mucho.

Lisboa es una ciudad contradictoria en muchos sentidos. Y es eso precisamente lo que la hace tremendamente interesante. Jamás la vanguardia y la decadencia habían ido tan de la mano y lo que resulta más curioso, sin sobresalir la una por encima de la otra. Pasas como si nada, de una estación de trenes sublime, adalid de la modernidad, a una vieja casa en ruinas maltrecha y olvidada. Quizás por ello la ciudad puede ser un medicamento tan eficaz para parejas de enamorados como letal para depresivos o personas con la moral por los suelos.

El paisaje urbano es variopinto y activa la memoria del viajero, quien acaba por hacer odiosas e inevitables comparaciones: el antiguo barrio pesquero es la Barceloneta, hay rincones que te transportan al Albaicín de Granada, calles anchas con edificios elegantes que recuerdan a Roma, sin olvidarnos de París o Cádiz, ciudades que también se aparecen por momentos. No es una ciudad que destaque por sus museos o sus riquezas arquitectónicas. Es una ciudad que se disfruta paseando por sus calles, viajando en sus tranvías, degustando su excelente café en alguna de sus terrazas, observando sus gentes, saboreando alguna de sus recetas de bacalao o extasiándote por la exquisitez de sus dulces. La pena es que casi nada de ello es gratis. Ni barato.

Otras de las impresiones que me dejaron la ciudad son las siguientes:
  • es una ciudad muy limpia (¿o acaso Barcelona es sucia?)
  • la red de transportes es eficiente pero es imposible entender el sistema tarifario que tienen (da la sensación que ni ellos mismos se aclaran)
  • todas las guías dicen que "Lisboa tiene una luz especial" pero no dicen dónde (debe estar en el mismo sitio que el "color especial de Sevilla", que tampoco vi por ningún lado en su momento)
  • el portugués hablado es ininteligible, en cambio ellos entienden a la perfección todo lo que tú dices en castellano.
  • la ciudad respira mucho menos fútbol de lo que me esperaba, máxime cuando alberga a dos históricos como Sporting y Benfica.
  • resultan muy recomendables las visitas a Sintra y Cascáis (poblaciones de los alrededoresde la capital)
Pese a todo, Lisboa es una ciudad recomendable, de notable alto, algo por encima de mis expectativas, algo por debajo de lo que algunos me habían comentado.

En fin, de la misma manera que ninguna foto hace honor a la realidad que retrata, este post tampoco refleja fielmente lo que fue mi estancia en Lisboa: se quedan cosas en el teclado (iba a decir tintero, pero me parece absurdo) y además toda la información está pasada por el filtro de uno mismo, la cual cosa llena de sentido el hecho de viajar y lo convierte en algo personal y difícilmente transferible.

Eso sí, si me tengo que quedar con algo de este viaje, ahí sí que no tengo ninguna duda: la compañía. Créanme...inmejorable.



sábado, 3 de mayo de 2008

Una crítica

La crítica es el arte de juzgar las cualidades y defectos de las cosas. En base a esta académica definición nos daremos cuenta de que criticamos mucho, a lo largo del día. Consciente o inconscientemente, hacemos constantes juicios de valor sobre todo lo que nos rodea y lo que nos va sucediendo a medida que avanza la jornada: ese metro que no llega, ese café lamentable, ese compañero de trabajo imbécil o ese equipo que regala ligas a su eterno rival, pueden ser blancos fáciles de críticas de cualquier persona en un día cualquiera de su vida.
En toda crítica conviven una carga racional con una emocional. Y es precisamente ésta última lo que la convierte en una crítica única, distinta al resto de críticas que se puedan hacer sobre un mismo asunto. Por este motivo no me gusta la crítica cuando se convierte en profesión.
Montones de críticos literarios, de cine, de televisión, de teatro, de música, etc. aprovechan sus privilegiados púlpitos para dar SU opinión de las cosas, intentando crear (la mayoría de ellos) corrientes de opinión que comulguen con SUS juicios. Su personalidad, su currículum o simplemente su posición intimidan al resto de los mortales y nos hacen creer que aquello de lo que hablan tiene más validez que lo que pueda opinar mi vecina de abajo o el frutero de la esquina. Y encima cobran por ello. Se creen que son unos cuantos, que son Los Elegidos, cuando en realidad existen tantos críticos como personas hay en el mundo. ¿Con qué derecho Fulanito cobra pasta por decir que tal disco es una mierda, cuando yo me emociono cada vez que lo escucho? Dí que no te gusta, ¡pero no que es una mierda, melón!
Ahora bien, como sucede con la telebasura, el morbo nos puede. Sólo eso explica que estemos esperando las críticas de la peli o el disco de turno, para ver qué dice el crítico de guardia.

martes, 22 de abril de 2008

Generación Fistro

Hay preguntas difíciles de responder por un padre o una madre como la típica: "Papá, mamá, ¿cómo se hacen los niños?". Es entonces cuando entra en juego la pericia de los progenitores por hacer entender el aparentemente sencillo sistema natural de engendro de los seres humanos. Aún así, el niño acaba recibiendo una respuesta, más o menos disfrazada.
Existe una pregunta, sin embargo, que a mi modo de ver es casi imposible de responder. Es la siguiente: "Papá, mamá, ¿quién era Chiquito de la Calzada?" Bufff, ¿cómo le haces entender tal fenómeno a tu hijo? "Pues mira era un señor que hacía reír diciendo cosas como ¡No puedooor! o ¡Cobarde!" (y ese padre imitando los gestos de Chiquito).
Gregorio Esteban Sánchez Fernández, más conocido como Chiquito de la Calzada se hizo famoso a mediados de los 90 por sus apariciones en un programa de televisión con un nombre premonitorio: Genio y figura. Efectivamente, sin quererlo aquél nombre se ha convertido con el tiempo en la mejor definición de este pequeño gran cómico. A menudo tengo la impresión de que la gente no es consciente de la grandeza de este cantaor de flamenco malacitano reconvertido a humorista. Chiquito no ha sido un simple frikie más. Inventó un idioma nuevo trufado de expresiones y coletillas que aún hoy, están presentes en las comunicaciones de miles de personas, incorporadas ya como léxico habitual. Pero no sólo eso. Inventó también un nuevo tipo de entonación de las frases, muy característico, incorporado también a nuestro elenco de posibilidades de entonación, al lado de los más habituales como el tono interrogativo o el exclamativo (¿chiquitativo?). Y eso sin olvidar la creación de un nuevo lenguaje gestual, basado en unos andares cautos, y la curiosa disposición de los brazos, uno aguantando la cadera y el otro semialzado en la parte delantera. En definitiva, creó un nuevo lenguaje verbal y artístico, algo que está sólo al alcance de los grandes genios.
El universo Chiquito sigue aún vigente, 13 años después de su aparición. Mientrastanto esperaré ansioso a que llegue el día en que mi hijo o hija me haga la tan temida pregunta, a lo que yo lo responderé: "¡Era un peacho de fistro, pecadorrrr de la pradera. Jaaaar!"

sábado, 12 de abril de 2008

No es país para buenos

La realidad se encarga de recordarme casi cada día, con premeditación, alevosía y descaro, que en este mundo, cuanto más cabrón eres, más posibilidades tienes de conseguir lo que te propones. Entiéndase cabrón aquí como aquella persona turbia, con un dominio ejemplar de las malas artes y que no tiene reparos cuando se trata de pisotear a los que le rodean para seguir trepando. Con ello no quiero decir que la mezquindad sea el único camino; simplemente, allana el terreno en muchas ocasiones.
La buena gente lo tiene cada vez más crudo. Antes, ser buena persona era sinónimo de honradez, fiabilidad y buen hacer y la sociedad se lo recompensaba. Hoy en día esa gente conserva esos mismos valores pero el sistema se encarga de zancadillearla, ignorarla o incluso menospreciarla.
Yo me considero una buena persona. Pero tras un ejercicio de autorreflexión que aconsejo a todo aquél que lea estas líneas, he concluído que lo soy menos que unos años atrás. Y es que el aire está muy viciado...y todos respiramos de él.
Mientrastanto, en Hospitalet, miles de ciudadanos asisten asombrados ante la gran noticia de las últimas horas y exclaman a medio camino entre la indignación y el abatimiento: ¡Qué cabrón!

lunes, 31 de marzo de 2008

La (im)pura realidad

Corren malos tiempos para la objetividad. Y si hablamos de objetividad periodística, la crisis de tal concepto es ya galopante. En un mundo viciado, cada vez más movido por intereses de todo tipo, es difícil que este supuesto pilar del Periodismo moderno pueda sobrevivir, si es que alguna vez tuvo vida. El periodismo objetivo es una negación en sí mismo, una contradicción, una oxímoron. Desde que se produce una noticia hasta que nos llega a modo de información, pasa por muchos filtros, algunos visibles, evidentes, otros menos. Instituciones, empresas y personas son las encargadas de dar forma a unos hechos noticiosos para poder ser "vendidos" como información. Algo parecido a los cerdos que llegan al matadero para ser convertidos en salchichas y panceta. Quizás no sea un ejemplo muy romántico, pero yo lo veo así.
Esta visión de realidad filtrada, sin embargo, tiene algo de angustiante. ¿Y si la realidad que nos presentan no es la realidad auténtica?¿Y si los propios filtros que nos aplicamos nosotros de manera inconsciente nos deforman también dicha realidad? Que cada uno saque sus propias conclusiones. Lo que sí tengo claro es que la realidad resultante de esta Depuradora Social, no es, en absoluto, potable.